Aplausos al sol
Publicado el 30 de enero de 2025
Los atardeceres en la costa del sudoeste bonaerense tienen un distintivo único en el país: la puesta del sol en el mar ofrece un espectáculo sublime y diferente cada día. En Reta, una postal nueva cada día. Crónicas del mar, décimo cuarta entrega.
“Apurate, que se ya se apaga” le dice un nene a su primo, con quien comparten estadía en Reta. Estamos en la playa, es una tarde plácida y los colores del cielo empiezan a tornarse rosas, lilas y luego un naranja intenso. Nos animamos a mirar y, con nuestra vista, llegamos a sentir cómo la inmensa bola amarilla acaricia el agua a lo lejos. Se oyen los primeros aplausos al sol, porque acaba de ponerse en la línea del horizonte hacia el oeste tras un ritual de pocos segundos en los que, por supuesto, hay que quedarse contemplando. ¿No es cierto? Porque cómo vas a venir a Reta y no ver la puesta del sol desde la orilla. No hay foto que le haga justicia a lo que puede vivenciarse en persona, sin marcos y sin virtualidad.
Le saco fotos desde la orilla, porque cada atardecer es distinto, y alguien que viene caminando de frente a mí me dice “el espectáculo está allá” y señala el punto cardinal opuesto: la luna comenzaba a asomarse por detrás del hotel Terrazas Cayastá. La maravilla atravesaba nuestras retinas y, como un regalo, se sucedía un fenómeno en paralelo al otro.
No alcanzaban los ojos para contemplar semejante imposición de belleza, entonces el instinto y esa extensión de nuestros brazos que llamamos celular necesitan registrar la escena.
Y después de algunos clics habremos capturado el instante. Esos instantes que son, a la vez, imperceptibles para quienes no pueden sacar la mirada de la pantalla mientras la vida sucede fuera del aparato. Instante fugaz, efímero, como los momentos dulces de la vida, que aparecen para quienes saben contemplar y aprendieron a detenerse y ver, ver más que mirar. Duran poco, se desvanecen, nos susurran al oído que hay que vivir ahora, que mañana no habrá más.
Mientras me dejo capturar por la eterna finitud del momento, en mi memoria musical suenan hacia adentro los Cadillacs:
Que se te va pasando el tiempo, mujer
Y que la vida se te va
Solo te pido que te vuelvas de verdad
Y que el silencio se convierta en carnaval
Los aplausos se oyen más fuerte, termina de desaparecer la bola de fuego y se cierra el episodio del atardecer más lindo de la Argentina, entonces celebro que estoy acá y suelto el teléfono para aplaudir también.
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